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El enemigo en casa: el narcisista, el saboteador, la víctima...

Actualizado: hace 3 días

Cuando el daño viene desde la sangre


Nos han enseñado que la familia es sagrada. Que hay que perdonar siempre. Que la sangre une más allá de todo.

Pero ¿qué pasa cuando esa unión se convierte en una cadena? ¿Qué ocurre cuando el mayor dolor no viene de un desconocido, sino de quien debería haberte cuidado?

Desde pequeños, absorbemos la idea de que nuestros padres, hermanos, abuelos o primos son nuestros aliados. Que hay que confiar en ellos a ciegas. Pero la realidad, para muchas personas, es otra.

A veces, el enemigo duerme bajo el mismo techo. A veces, el trauma se camufla de tradición. Y duele doble, porque no lo ves venir.



No se trata de juzgar. No se trata de vivir en el resentimiento. Se trata de ver lo que hay. Porque cuando no vemos, no podemos poner límites. Y ahí es cuando el daño se perpetúa.


Hoy te invito a revisar tus vínculos con otra mirada:


  • ¿Qué personas de tu entorno familiar han cruzado tus límites?

  • ¿A quién has justificado demasiadas veces?

  • ¿De quién sigues esperando algo que nunca llega?


Algunas señales de alerta

Entre las muchas formas de daño, una que suele pasar desapercibida es la relación con personas narcisistas en el entorno familiar. Algunos indicadores clave:


  • Te hacen sentir culpable constantemente, aunque no hayas hecho nada malo.

  • Te manipulan con el silencio, el castigo emocional o el chantaje afectivo.

  • Te minimizan o ridiculizan, pero lo disfrazan de “humor” o “verdades necesarias”.

  • Nunca se hacen responsables de nada, todo es culpa tuya.

  • Te exigen lealtad, pero no te cuidan.


No estás sola. No estás loca.


Reconocer el daño cuando viene de un ser querido es uno de los actos más valientes que existen.

A veces se necesita acompañamiento para hacerlo. Terapias de liberación emocional, trabajo transgeneracional, reconexión con tu guía interior... Cada persona tiene su camino.

Lo importante es empezar a mirar con claridad, sin miedo, sin venda, con amor propio.


Otros ejemplos tóxicos:


1. El hermano competidor o saboteador: siempre compite contigo, te minimiza o te quita valor, incluso en la adultez.


2. El padre o madre emocionalmente ausente: que no valida tus emociones y te hace sentir invisible.


3. La madre/padre que se victimiza constantemente: usa la culpa como forma de control, demandando atención y sacrificios.


4. El abuelo o abuela que justifica patrones de violencia o abuso porque “siempre fue así”.


5. El familiar controlador o invasivo: que exige lealtad, presencia o decisiones que te desconectan de ti.


6. El primo o tío que abusa de confianza, espacio o incluso connotación sexual sin consecuencias.


Sabela Bernárdez, terapeuta profesional integral

Experta en Transgeneracional


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