Cuando la piel grita: señales de un sistema saturado y cómo escucharla
- Sabela Bernárdez
- 25 jun
- 3 Min. de lectura
La piel es nuestra primera barrera protectora frente al mundo, pero también es un reflejo fiel de nuestro estado interno. A veces, aunque las pruebas médicas no arrojen resultados claros, la piel reacciona con irritaciones, granitos o sensibilidad, avisándonos de que algo no va bien.
Puede ser una señal de que estamos viviendo en un ambiente tóxico, de que hay una saturación interna (en el sistema digestivo, por ejemplo), o incluso una llamada de atención del cuerpo ante un conflicto emocional no resuelto.

¿Por qué la piel grita?
La piel actúa como un mensajero del cuerpo, alertándonos cuando hay desequilibrios. Puede reflejar tanto lo que ocurre en nuestro entorno (exposición a contaminantes, cambios estacionales, exceso de calor, estrés ambiental), como lo que sucede internamente: una dieta inadecuada, un hígado sobrecargado, una microbiota desequilibrada o emociones retenidas.
Manifestaciones de un sistema saturado en la piel
Granitos y rojeces: Pueden ser indicio de un sistema digestivo saturado o de una alimentación rica en azúcares, lácteos y alimentos procesados.
Zonas inflamadas o piel reseca: Podrían estar relacionadas con estrés crónico o desequilibrios hormonales.
Sensibilidad cutánea o brotes periódicos: A menudo están ligados a una saturación acumulativa o a eventos externos que actúan como detonantes.
Recomendaciones naturopáticas básicas para esta etapa
Apoya una depuración suave del hígado (de forma puntual). El hígado está muy implicado en las respuestas cutáneas. Puedes usar infusiones como boldo, diente de león o cardo mariano, pero siempre de forma puntual, ya que son depurativas y no conviene tomarlas de forma prolongada sin supervisión.
Reduce los alimentos que favorecen la mucosidad. Limita el consumo de lácteos, harinas refinadas, patatas y azúcares. Estos alimentos tienden a generar más mucosidad y pueden sobrecargar el sistema digestivo y linfático.
Fortalece las mucosas y el sistema inmune. Incluye vitamina C natural (acerola, escaramujo), quercetina (en cebolla, manzana) y plantas como la ortiga verde, que ayudan a regular la respuesta del cuerpo.
Cuida el sistema respiratorio. Las infusiones de tomillo, llantén o eucalipto pueden calmar la irritación en vías respiratorias, especialmente si hay relación entre la piel y alergias estacionales.
Atenúa la exposición en tu entorno. Ventila bien al atardecer, purifica el aire con plantas naturales, evita químicos agresivos y cuida lo que aplicas sobre tu piel. Menos es más.
Refuerza tu flora intestinal, tu primera barrera de defensa. El intestino influye directamente en la piel. Alimentos fermentados suaves (como kéfir de agua, chucrut o kombucha), prebióticos naturales (puerro, alcachofa, plátano) y probióticos específicos (si no hay SIBO) pueden ayudarte a restablecer el equilibrio desde la raíz.
La piel es un indicador valioso de nuestro bienestar. Escuchar sus señales y adoptar un enfoque naturopático puede ser clave para restablecer el equilibrio desde adentro hacia afuera, sobre todo cuando no hay causa aparente.
Y en algunos casos, cuando la irritación es persistente o se repite siempre en momentos clave, puede haber una memoria central activada —una huella emocional o energética que también merece ser explorada—.
Además, es interesante tener en cuenta que ciertos eventos cósmicos, como los tránsitos de Urano, pueden amplificar la sensibilidad del sistema. Si ya estábamos a puntito de caramelo, ese empujón energético puede actuar como detonante y hacer que la piel grite con más fuerza. En estos casos, dormir con una amatista cerca puede ayudarnos a calmar el campo energético y equilibrar las emociones que se están expresando a través del cuerpo.
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Sabela Bernárdez Terapeuta Integral – Naturópata
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